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¿Por qué Australia no es (todavía) un gran exportador de carne de cerdo?

Las oportunidades son reales, pero varios desafíos están frenando al sector porcino australiano.

Recientemente fui invitado a Australia para dar una presentación ante algunos de los principales productores y veterinarios porcinos del país. Antes de viajes como este, siempre me preparo investigando sobre el sector agrícola y los sistemas de producción del país. Un dato inmediatamente me llamó la atención: a pesar de tener una superficie comparable a la de Estados Unidos o Europa, Australia cuenta con un censo de solo unas 280.000 cerdas. Esto la sitúa muy por detrás de muchos de los principales países productores de carne de cerdo y a la par con grandes empresas productoras de EE.UU. o Europa. Para un país reconocido por sus exportaciones agroalimentarias, este dato fue inesperado. Así que me propuse entender por qué la producción porcina no se ha desarrollado más en Australia?

A primera vista, Australia parece tener todos los ingredientes para un sector porcino exitoso. Está libre de enfermedades importantes como la peste porcina africana (PPA), el síndrome reproductivo y respiratorio porcino (PRRS), la fiebre aftosa y la peste porcina clásica (PPC), lo que le confiere un estado sanitario envidiable. Cuenta con una sólida producción de cultivos locales, lo que permite formular piensos con ingredientes similares a los utilizados en países como España o Italia. Estratégicamente, está bien posicionada cerca de los crecientes mercados asiáticos y posee una infraestructura comercial bien consolidada, propia de una economía orientada a la exportación. Además, el consumo interno de carne de cerdo todavía tiene margen de crecimiento si se compara con otros países occidentales (Tabla 1), especialmente teniendo en cuenta el volumen de turistas y trabajadores extranjeros. Desde esta perspectiva, aumentar el censo de cerdas a un millón sin presionar los precios a la baja no parece descabellado. Entonces, ¿por qué no ha sucedido?

Tabla 1. Kg de carne consumida por persona al año (2022). Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

País Carne de cerdo Carne de vacuno Aves de corral
España 56,2 12,8 31,9
Polonia 53,6 0,3 30,7
Hungría 48,5 5,6 24,4
República Checa 46,5 10,6 23,5
Austria 42,2 14,3 18,9
Eslovaquia 41,4 7,0 12,8
Alemania 38,6 13,9 16,4
Francia 32,9 22,6 24,0
Estados Unidos 29,6 37,6 53,0
Australia 26,6 26,0 49,0
Nueva Zelanda 24,5 21,6 26,0
Canadá 22,2 25,3 40,8
México 21,8 15,1 38,5
Argentina 17,0 46,1 48,3
Brasil 16,5 35,4 48,2

Nota: El consumo de carne de cerdo fresca representa aproximadamente 10,3 kg del total en Australia.

Las oportunidades son reales, pero varios desafíos están frenando el desarrollo del sector. Uno de los más importantes es la fluctuación de la moneda. Como economía fuertemente dependiente de las exportaciones, Australia suele mantener su dólar en niveles bajos para conservar la competitividad comercial. Sin embargo, cuando el dólar australiano se fortalece, el coste de la carne de cerdo australiana se encarece en los mercados internacionales, aunque los precios domésticos se mantengan estables. Esto hace que la demanda internacional sea más volátil. Si bien este problema podría mitigarse mediante contratos de compra a largo plazo, estos son más difíciles de conseguir cuando la carne de cerdo se percibe como una mercancía genérica. Si el producto no tiene un valor diferencial, los compradores tienden a comparar precios y buscar opciones alternativas.

Esto nos lleva a un segundo gran desafío: los propios cerdos. Las estrictas medidas de bioseguridad de Australia, si bien son muy eficaces para prevenir las enfermedades, también impiden la importación de animales vivos y material genético. No pueden entrar nuevos verracos, cerdas ni dosis seminales al país, lo que dificulta la mejora genética. Aunque los parámetros productivos que observé en varias granjas de engorde no difieren mucho de los que se ven en Europa o Norteamérica, el problema radica en la dificultad para mejorar los rendimientos productivos. Esta limitación se multiplica cuando, además de mejorar el rendimiento, al mismo tiempo se busca cambiar las características de la canal y la carne. Y aunque los productores australianos han hecho un excelente trabajo para mantenerse al ritmo del resto del mundo, la falta de diversidad genética en la población porcina se convertirá en un problema cada vez mayor con el paso del tiempo, ya que se verán incapaces de hacer frente a las presiones en constante evolución a las que se enfrenta nuestra industria global. Una posible solución podría inspirarse en el modelo de Brasil: estaciones de cuarentena en alta mar para importar animales vivos. Si se gestionan diligentemente, se podría mejorar la genética sin comprometer el estatus sanitario del país. Se trata de una inversión en infraestructura importante, pero con un retorno potencial significativo en competitividad.

Otro factor que afecta a la calidad de la canal es el peso relativamente bajo al sacrificio, que suele estar entre 95 y 105 kg de peso vivo. Esto hace que los cerdos australianos sean considerablemente más ligeros y magros que los producidos en América, Europa o buena parte de Asia. Los cortes resultantes pueden resultar desconocidos tanto para los consumidores como para los cocineros, lo que dificulta la preparación de recetas pensadas para perfiles de carne diferentes. La razón detrás de los pesos ligeros responde a requisitos impuestos por los minoristas locales y a políticas de bienestar animal que varían entre estados, muchas de las cuales limitan o prohíben la castración física. Para evitar el riesgo de olor sexual, es habitual sacrificar a pesos más bajos o administrar vacunas GnRH. En ocasiones, se combinan ambas prácticas si se prevén problemas en el cumplimiento de los procedimientos operativos estándar o posibles retrasos en el sacrificio. Estas prácticas garantizan que los cerdos puedan comercializarse en cualquier establecimiento minorista y cumplan con la normativa estatal.

Los cortes de carne de cerdo más pequeños y magros son probablemente uno de los factores que contribuyen al consumo relativamente bajo de carne de cerdo fresca en Australia. Si el producto en el lineal no responde a las expectativas del consumidor o no encaja en sus recetas, es probable que no lo compren. Para abordar esta situación, el sector podría tomar varias medidas. Primero, programas de cría enfocados a producir cerdos que se adapten más a estas restricciones, aunque esto, una vez más, depende del acceso a la genética. Segundo, participar en conversaciones con los minoristas sobre las consecuencias no deseadas de ciertas políticas de bienestar, no para rebajar los estándares, sino para buscar alternativas equilibradas. Tercero, poner en marcha una campaña educativa y de marketing, como las impulsadas por el National Pork Board de EE.UU. Estas iniciativas conectan las preferencias de los consumidores con la producción y ayudan a la gente a comprender cómo preparar y disfrutar la carne de cerdo, especialmente cuando los precios de otras carnes son elevados.

En resumen, aunque la industria porcina australiana enfrenta retos importantes, los beneficios potenciales son significativos. Abordar cuestiones como el acceso a la genética, las políticas de los minoristas y la formación de los consumidores requerirá tiempo y colaboración. Pero no hay ninguna razón estructural que impida que la carne de cerdo australiana se una a la carne de vacuno, el cordero y el vino como uno de los principales productos de exportación del país. Quién sabe, quizá incluso junto al Vegemite (pasta de untar elaborada con extracto de levadura).

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