El mercado de cereales ha pasado el verano en una tranquila dormidera, con precios baratos y bastante estables dada la volatilidad a la que nos tiene acostumbrados. Aun así, haciendo un paralelismo con la elaboración de un plato cualquiera, esta receta no está exenta de riesgos que pueden enviar al traste toda excelencia en la cocina, que se convierte en un laboratorio con tensión constante.
Para empezar, la base de nuestra receta serían las abundantes cosechas de trigo tanto en Rusia como en Ucrania, ambas superando expectativas. Pero como todo buen guiso, no basta con los ingredientes, hay que moverlos. Y es aquí donde no hay que olvidar que el riesgo logístico, ese condimento amargo que impone la guerra en Ucrania, continúa afectando. Podríamos comparar el Mar Negro con un horno caliente, unos minutos de más y dan al traste con el plato.

Al guiso deberíamos añadir una vieja conocida, la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos. Aunque podríamos empezar ya a hablar de una vuelta al proteccionismo a nivel global, que pone en jaque el comercio tal como lo conocíamos. Por si fuera poco, y para darle un toque ácido, un tribunal en Estados Unidos ha dictaminado que Trump no podía invocar la autoridad de emergencia, lo que invalidaría los aranceles. Así mismo, las dudas sobre la futura independencia de la Fed (Reserva federal) le dan un toque amargo al plato.
Mientras tanto, el ritmo exportador de maíz estadounidense sigue a fuego lento. Las tensiones comerciales han hecho que los compradores busquen contratos más seguros en Brasil —gran beneficiario de la situación— que ya avanza rápidamente en la siembra de maíz para la safrinha de 2026. Rusia o Ucrania también se convierten en orígenes alternativos.
Ahora, el turno de las especias del guiso, directas de Oriente medio añadiendo inestabilidad con los conflictos activos que alteran rutas energéticas y alimentarias. También podemos añadir otra especia, las nuevas buenas sintonías entre China e India cuya imagen, junto a Putin la semana pasada, agitó la olla de la multipolaridad, buscando quitar importancia económica y política tanto a Estados Unidos como a Europa, que, si ustedes me lo permiten, parece que continúa en la nevera sin enterarse que el plato está a punto de ser servido.
A todo esto, hay que sumar una salsa, una reducción financiera con malos datos económicos tanto en Alemania como en Francia, país en el que además ha caído el gobierno y que parece ir sin rumbo claro. Se enfría la economía, deuda desbordada y reformas pendientes de hace años son cada vez más difíciles de digerir para el electorado y los mercados. A la reducción habría que ponerle sal, el aumento repentino de los bonos del tesoro estadounidense a 10 y 30 años (el ingrediente principal de la economía mundial a partir del cual se elaboran todos los menús).
¿Y en lo que respecta al consumo a nivel local? ¡Como todos! Septiembre es la vuelta de las vacaciones, esos kilos de más y esas promesas de por fin ir al gimnasio y hacer dieta. En definitiva, consumos en general bajos, pero con la nevera (los puertos) llena.
¿Como definiríamos a nuestro guiso? Un plato cargado de incertidumbre, con sabores a grandes producciones mundiales de trigo, maíz y soja, pero que no pierde el aroma a tensión. El riesgo está en la cocción. No dejar el guiso sin vigilancia.