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Vitamina E en porcino

La vitamina E fue descubierta el año 1922 y posteriormente aislada en 1936 por Evans como un factor presente en los vegetales cuya ausencia en la dieta se relaciona con problemas reproductivos en los animales.

La vitamina E fue descubierta el año 1922 y posteriormente aislada en 1936 por Evans como un factor presente en los vegetales cuya ausencia en la dieta se relacionaba con problemas reproductivos en los animales (Evans et al., 1936). El estándar internacional define una Unidad Internacional (UI) de vitamina E como 1 mg de dl-a-tocoferol acetato, que es también la forma que se comercializa. En la naturaleza existen otros tocoferoles y tocotrienoles (a, b, d y g) con distinta actividad en función del tipo de radical del anillo cromanol presente en la molécula (IUPAC-IUB, 1973).

La principal función de la vitamina E se basa en su capacidad antioxidante in vivo protegiendo los lípidos tisulares contra la oxidación. En los tejidos se dan de forma habitual reacciones de reducción del oxigeno que dan como a resultado productos con alta capacidad oxidante (O2-, H2O2, OH-). Por eso existen en las células sistemas de defensa para neutralizarlos. Uno de los más importantes es el sistema glutation peroxidasa (GSHp) / vitamina E. La vitamina E actuaría a nivel de las membranas celulares y la enzima GSHp a nivel de citosol.

En nutrición humana el interés por esta función antioxidante es doble. En primer lugar, son cada vez más las evidencias que señalan la relación entre la oxidación lipídica de los alimentos y la incidencia de determinadas enfermedades (Addis, 1986). En segundo lugar, las recomendaciones nutricionales se dirigen a incrementar el consumo de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI), los cuales son muy susceptibles a oxidarse. Por eso se ha puesto énfasis en la importancia de consumir niveles de antioxidantes elevados en la dieta (British Nutrition Fundation, 1992). Numerosos trabajos han estudiado el mecanismo de acción de la vitamina E en los tejidos de los animales una vez sacrificados y en el beneficio sobre la vida útil de la carne y productos derivados, así como también sobre la salud del consumidor.

Los niveles de vitamina E en los tejidos dependen básicamente de la concentración dietética, del tiempo de administración y también del contenido de grasa de la dieta. En general podemos afirmar que existe una relación lineal entre concentraciones crecientes de vitamina E en la dieta y los tejidos (Moreira y Mahan, 2002). Los tejidos en los que se observa una mayor concentración de vitamina E son el hígado y el tejido adiposo. En los tejidos musculares la respuesta es menos pronunciada que en el hígado (Soler-Velasquez et al., 1998). Si disminuye el aporte dietético la concentración tisular disminuye hasta llegar a niveles basales. El hígado se considera el órgano de almacenamiento y movilización a corto plazo mientras que los tejidos adiposos y musculares representarían los depósitos a largo plazo y son los que reflejan en mayor medida el estado nutricional de los animales (Jensen et al., 1990).

En cuanto al tiempo de administración, se ha observado una relación lineal entre el tiempo de administración y las concentraciones tisulares. Periodos de administración de hasta 42 post-destete (Moreira y Mahan, 2002) o 60 días en animales en fase de finalización, (Monahan et al., 1990; Corino et al., 1999) se han mostrado efectivos para aumentar significativamente el contenido en vitamina E de los tejidos muscular y adiposo.

El contenido en grasa de la dieta puede favorecer la absorción de vitamina E porque el a-tocoferol acetato debe ser hidrolizado previamente para pasar a formar parte de las micelas de grasa para su absorción. En este sentido, se ha observado que con la adición de un 5% (Moreira y Mahan, 2002) o un 10% (Soler-Velasquez et al., 1998) de grasa en el pienso, los niveles de vitamina E en suero y en los tejidos (hígado o grasa) son mayores en comparación a dietas sin grasa añadida. Por tanto, la recomendación sería utilizar niveles mayores de vitamina E cuando no se utiliza grasa añadida en la dieta.

La mayoría de las funciones de la vitamina E en los animales de producción, han sido puestas de manifiesto administrando dietas pobres en vitamina E y observando los procesos patológicos desarrollados. Los requerimientos nutricionales en vitamina E propuestos por el NRC (1998) para porcino varían desde las 11-16 mg/kg de alimento en el caso de animales en crecimiento, hasta a las 22 mg/kg para las cerdas en gestación y lactación. Las recomendaciones prácticas ofrecidas por distintos proveedores de vitamina E oscilarían entre 60-100 mg/kg en animales de menos 20 kg hasta y entre 30-60 mg/kg para animales en crecimiento y acabado y entre 60-80 mg/kg para las cerdas en gestación y lactación (BASF, Roche). Algunos autores señalan que niveles de suplementación elevados son efectivos para incrementar el estado inmunológico en situaciones de estrés (Morrow et al., 1987) o de infección (Jensen et al., 1988), debido a que en estas situaciones hay un aumento de la producción de radicales libres en los tejidos y la vitamina E actuaría como quelante de estas sustancias.

Numerosos trabajos han demostrado la relación entre la concentración a-tocoferol dietética y el grado de oxidación lipídica de los tejidos. En tejidos frescos, niveles de entre 100 y 200 mg de vitamina E/kg de pienso se han mostrado efectivos para disminuir la susceptibilidad a la oxidación (Monahan et al., 1990 y 1992; Buckley y Morrissey, 1992; Canon, 1996). En productos cocidos, parecen ser necesarios al menos 200 mg/kg (Cannon et al., 1996; Rey et al., 2001) puesto que el calor aumenta la susceptibilidad a la oxidación.

Es importante tener en cuenta el contenido en ácidos grasos poliinsaturados del pienso. Al utilizar distintas fuentes de grasa (girasol, oliva, girasol+linaza, oliva+linaza) con un contenido en ácidos grasos poliinsaturados de 64,8%, 36,1%, 56,9 y 44%, respectivamente se ha demostrado la eficacia de 200 mg de vitamina E /kg de pienso para disminuir la susceptibilidad a la oxidación lipídica del músculo l. dorsi, (Rey et al., 2001). Leskanich et al. (1997) obtuvieron una menor susceptibilidad a la oxidación en tejidos utilizando 250 mg en comparación a 100 mg de vitamina E/kg de pienso, con una dieta suplementada con aceite de pescado y colza (36% ácidos grasos poliinsaturados). Por tanto, cuanto más elevado sea el grado de insaturación de la grasa de la dieta mayores deberán ser los niveles de suplementación de vitamina E en el pienso. La mayoría de trabajos han utilizado una suplementación elevada (al menos 200 mg/kg) a partir de los 50 kg de peso.

Finalmente señalar que niveles de 200 mg de vitamina E también se han mostrados efectivos para mantener las características organolépticas de los tejidos como las pérdidas de color y exudación de la carne (Ashgar, 1991; Buckley et al., 1995 y Dirinck, 1996).

En conclusión, si queremos prevenir la oxidación de los tejidos de los animales y sus productos derivados así como mantener sus características organolépticas, las recomendaciones serían suplementar con niveles de entre 100-200 mg de vitamina E/kg de pienso y al menos a partir de los 50 kg de peso de los animales hasta el sacrificio.

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