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Crisis alimentarias, una historia interminable

La experiencia acumulada en estos pocos años, desde el cambio de siglo, nos ha llevado a comprender la necesidad de crear estructuras que permitan la detección y la comunicación de situaciones de alerta, de forma temprana.

17 julio 2017
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Los datos de evolución de la seguridad alimentaria, durante los últimos años, nos indican que han habido variaciones importantes en la prevalencia de los brotes de enfermedades de transmisión alimentaria dependiendo de los períodos observados (Figura 1). Es especialmente llamativo, cómo al inicio del nuevo siglo, se apreció un incremento de estos brotes, máximo en el año 2003, para posteriormente ver una disminución progresiva a lo largo del tiempo (Boletín Epidemiológico Semanal, 2008 Vol. 16 nº 21/241-252). Curiosamente, la crisis económica nos ha llevado a una reducción significativa en el número de estas enfermedades, siendo menos de la mitad de las declaradas en el 2004.

Figura 1. Brotes de enfermedades transmitidas por los alimentos, España 1976-2007. Fuente: Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Elaboración: Centre Nacional de Epidemiología.
Figura 1. Brotes de enfermedades transmitidas por los alimentos, España 1976-2007. Fuente: Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Elaboración: Centre Nacional de Epidemiología.

Crisis alimentarias

Cuando hablamos de una crisis alimentaria, nos encontramos ante un problema de desconfianza, por parte de los consumidores, después de la evidencia de la existencia de un agente patógeno o un tóxico químico en los alimentos, que al menos desde un punto de vista del consumidor, está fuera de control.

Estas crisis pueden estar localizadas, afectando a una sola empresa, que pone en el mercado productos contaminados. En este caso, la empresa comercializa producto contaminado, que no es detectado por los controles habituales. Como consecuencia, hay una comunicación externa, en los medios de comunicación de masas, con la finalidad de advertir a la población. Por tanto, se producirá un rechazo a las ventas del resto de los productos de la compañía, lo que se traducirá en pérdidas económicas importantes. En este caso, sólo se ve afectada una empresa, o unas empresas pertenecientes al mismo grupo empresarial. El problema, estará muy focalizado y centrado en un productor concreto.

Una segunda situación es cuando la crisis es sistémica. En este caso, no se trata de un solo productor, sino que se ve afectado todo un sector. La crisis de referencia en el inicio de este siglo fue la de las vacas locas. Como ejemplo, la situación en España durante el año 2002, nos puso de manifiesto que lo que se señalaba en principio como un “no problema” se convirtió en crisis, iniciada en el 2001 y que adquirió, en doce meses, una magnitud impresionante, con todo el sector de la carne de vacuno en riesgo.

En este caso se trató de una clara crisis de confianza, puesto que se pasó de indicar que no nos veríamos afectados o que se trataba de un problema menor a detectar más de 200 casos animales durante el 2002, con la casi totalidad de comunidades autónomas con casos descritos y con inversiones importantes en este sector, ya que para amortiguar el impacto de la crisis sobre el sector productor, se adoptaron medidas como el aumento en un 40% de las restituciones a la exportación para las vacas, apertura de ayudas al almacenamiento privado, programa de compras para destrucción de animales de más de 30 meses de edad, apertura de la Intervención pública para reducir los excedentes del mercado de una forma especial, más flexible que el tradicional, y elevación del anticipo de las primas del vacuno del 60% al 80%. El coste sólo de la retirada de animales y actuaciones a nivel de granja se presupuestó en algo más de 43,5 millones de euros.

Esta crisis se cerró, cuando los consumidores vieron que los casos humanos no eran masivos, que el problema era de sanidad animal, no tanto de salud pública, lo que definitivamente calmó a los consumidores.

En consecuencia, estas crisis son devastadoras para los sectores afectados, puesto que supone la pérdida de ventas, lo que aboca al sector afectado a dos situaciones, el cierre y desaparición o la solicitud de ayuda a las administraciones para que ayuden a mantener a flote la actividad económica mientras la demanda se mantenga baja.

Preocupación en los consumidores

La experiencia acumulada en estos pocos años, desde el cambio de siglo, nos ha llevado a comprender la necesidad de crear estructuras que permitan la detección y la comunicación de situaciones de alerta, de forma temprana. Por ello se creó la autoridad alimentaria europea (EFSA) y, como consecuencia, las agencias de diferentes países, entre la que tenemos que destacar la agencia española de seguridad alimentaria, conocida actualmente como AECOSAN (Figura 2).

Figura 2. Evolución de las enfermedades de transmisión alimentaria más importantes en Europa 
(EFSA Journal 2015;13(1):3991).
Figura 2. Evolución de las enfermedades de transmisión alimentaria más importantes en Europa  (EFSA Journal 2015;13(1):3991).

En la medida que la información llegue de forma rápida y clara a los consumidores, se puede intentar minimizar las crisis sistémicas, mientras que las crisis relacionadas con empresas concretas, van a depender de las medidas que instaura cada una y de su formación específica en la gestión de estas situaciones.

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