Está bien establecido que el proceso de miogénesis en los mamíferos tiene lugar, predominantemente, en el útero materno. El desarrollo del músculo esquelético comienza en las primeras fases del desarrollo embrionario y continúa a lo largo de todo el crecimiento fetal. Ello condiciona que el número de fibras musculares de cualquier músculo que se considere, se encuentra fijado al nacimiento y determinará la masa muscular del animal. Por tanto, el desarrollo muscular del animal tras su nacimiento, se basa, fundamentalmente, en el incremento en el tamaño de las fibras ya formadas (hipertrofia) mas que en el incremento del número de las mismas (hiperplasia).
En el caso del cerdo se considera que el proceso de hiperplasia de las fibras musculares está completo alrededor del día 85-90 de gestación. Durante los primeros 35 días de gestación se desarrollan las fibras primarias. Son fibras que mediante la tinción histoquímica ATP-asa se clasifican como fibras de Tipo I (contracción lenta) y constituyen el “armazón base” para el desarrollo de las fibras secundarias. Estas se desarrollan a partir el día 45-50 de la gestación. Las fibras secundarias se conocen como fibras de Tipo II (contracción rápida) según la tinción histoquímica y se dividen en tres subtipos, II A, II B y II C (Brooke y Kaiser, 1970).
El desarrollo de las fibras primarias parece resistente a influencias ambientales, mientras que el desarrollo de las fibras secundarias es susceptible de ser modificado por distintos factores incluyendo la nutrición materna.
Todo ello hace suponer que el potencial magro del cerdo dependerá, en primera instancia, del número de fibras musculares que se desarrollen durante el período embrionario y fetal, para cada base genética. Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, la alimentación de la madre durante el período de la gestación, y más en concreto durante la mitad de la gestación, podría afectar al número de fibras musculares y, por tanto, al desarrollo muscular de la progenie; es lo que se denomina “el efecto Stickland”.
Diferentes trabajos han demostrado la influencia de la subnutrición materna en el número de fibras musculares de las crías al nacimiento. Así, restricciones en el nivel de alimentación convencional de la cerda reproductora durante la gestación lleva consigo una disminución en el peso muscular de la progenie al nacimiento asociada con una reducción en el número de fibras secundarias, una baja tasa de crecimiento tras el destete y un incremento en la adiposidad de la canal de estos animales.
De hecho la amplia variabilidad que se observa en el peso al nacimiento intracamada , en el ritmo de crecimiento posterior así como en el número de fibras musculares presentes y proporción entre ellas, hace suponer que algunos fetos reciben suficientes nutrientes como para alcanzar su potencial genético, mientras que otros permanecen subnutridos.
Dwyer y col., en 1994 doblaron la ingestión diaria de cerdas gestantes durante el inicio (25-50 días), final (50-80 días) o durante todo el período de la miogénesis (25-80 días). El incremento en el suministro de nutrientes en cualquiera de los periodos experimentales estudiados resultaron en un aumento del cociente entre fibras secundarias y fibras primarias, debido a un incremento en el número de fibras secundarias. Esta respuesta a nivel del tipo y proporción de fibras musculares se correspondió con un mayor crecimiento de los animales hasta su sacrificio y un mayor porcentaje de magro en las canales.
El desarrollo de los distintos tipo de fibras musculares, por otra parte, también se relaciona con la calidad de la carne, por lo que el “efecto Stickland” no únicamente viene referido a una mejora en el rendimiento productivo de la progenie en términos cuantitativos, sino también, implicaciones cualitativas.
Algunos estudios realizados hasta la fecha sugieren una relación entre las proporciones de los diferentes tipos de fibras musculares y el desarrollo de las carnes PSE (Sair y col., 1972; Swatland y Cassens, 1972, entre otros). También hay resultados que indican que los cerdos halotano positivos tienen menos fibras de tipo I y II A y más fibras tipo II B (Depreux y col., 2000).
No obstante, el “efecto Stickland” no está completamente aceptado. La necesidad de una cierta restricción durante el período central de la gestación se impone ante unas necesidades nutritivas del útero cuantitativamente poco importantes y el temor a un perjuicio sobre la ingestión voluntaria de alimento durante la lactación posterior. Es necesario confirmar que la mejora en el rendimiento de la progenie en base a un mayor nivel de alimentación de la cerda durante parte de la gestación, no sea a costa de una pérdida en la eficiencia reproductiva de la cerda a corto/medio plazo.
Al sopesar los beneficios potenciales de administrar niveles de alimentación en gestación superiores a los establecidos habría que considerar por una parte, la genética actual de las cerdas comerciales, de gran tamaño, prolíficas y magras que hace razonable pensar que difícilmente alcanzarán niveles de engrasamiento al parto que comprometan la ingestión en lactación y, por otro, las mejoras en las condiciones de bienestar que un aumento en el suministro diario de comida procura. Es bien conocido que los bajos niveles de alimentación recomendados durante gestación se han relacionado con la presencia de estereotipias y, en animales alojados en grupo, con competencia agresiva por el alimento.
También hay que tener en cuenta que, en este momento, no hay consenso científico a la hora de valorar el “efecto Stickland”. De hecho, durante este último año, se han publicado diferentes trabajos que cuestionan o minimizan el beneficio potencial sobre la progenie de establecer un mayor nivel de alimentación de la cerda gestante durante a mitad de la gestación.
Finalmente, no hay que olvidar que cualquier modificación en el programa de alimentación de la cerda en gestación vendrá condicionado por el estudio y análisis económico global de cualquiera de las estrategias que se impongan en el futuro.
Alimentación de la cerda durante la gestación: desarrollo de fibras musculares de la progenie
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